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TETRALOGÍA LA SANGRE DE LAS PROMESAS III


INCENDIOS, de Wajdi Mouawad

Una historia de error, una historia de horror, una historia de amor

Texto y fotos: Salvador Perches Galván.



Somos casas habitadas por un inquilino del que no sabemos nada.

Teatro, en este sentido, rima con piromanía.

La obra de arte está aquí, en este espectáculo

visto como un fuego que obliga al inquilino que hay en mí

a darse a conocer, a revelar su identidad a la casa que soy yo

para que, corriendo por todas partes,

abra por fin las puertas en las que se encierran los tesoros más íntimos

y más trastornadores de mi ser.

La obra de arte como un gesto de guerrero que libra en mí

un combate en el que yo soy a la vez el terreno,

el enemigo, el arma y el combatiente.

Entrar en guerra para una guerra interior.

Estar en guerra para liberar los buitres y las hienas

que sabrán devorar la carroña que se cree viva en mí:

La comodidad de mi situación bien cómoda que vive en la trasera,

gracias a la sangre de los otros.

¡Estremecimiento, estremecimiento!

La sangre de la poesía en la garganta.

Abrir por fin las ventanas a riesgo de romper los cristales.

No hay "bienvenida" en este programa, ni "gracias", ni "besos",

nada, es decir, nada más que unas envidiosas palabras del poeta

en sus intentos a menudo fracasados para reencontrar,

de espectáculo en espectáculo y gracias a los artistas,

una vida a la vez sabia y salvaje.

Wajdi Mouawad



Hugo Arrevillaga vuelve a Wajdi Mouawad con Incendios, segunda parte de la tetralogía La sangre de las promesas. Incendios, como su antecesora Litoral, también explora los traumatismos y los tormentos de las guerras contemporáneas (Oriente Medio), relacionándolos con historias muy antiguas de odiseas, de incestos y de revueltas de la conciencia individual contra las leyes humanas.

El resultado que persigue Mouawad, cuyo recorrido vital le ha llevado por tres continentes en un exilio que empezó a los ocho años, en París, con su familia huyendo de la guerra civil libanesa y, prosiguió, a los 15, hacia Montreal, porque las autoridades francesas no les concedieron la carta de residencia. Uno de los hilos conductores de este tour de force es Emmanuel Schwartz, con quien Mouawad ha fundado dos compañías a un lado y otro del Atlántico.



Incendios es una historia que, como cebolla, se va abriendo, se va revelando, se va descubriendo capa tras capa, sembrado al final el silencio, exponiendo el misterio de la existencia de los gemelos Julia y Simón, dos jóvenes que acaban de perder a su madre, Nawal, quien decidió permanecer en absoluto silencio los últimos 5 años de su vida y dejar en su testamento, como ultima voluntad, una petición: sus hijos deberán buscar a su padre, que creían muerto, y a su hermano, de quien ni siquiera sabían de su existencia, para entregarle a cada uno un sobre con una carta escrita por ella. Es así como los gemelos se embarcan en una odisea que los llevará de un lado al otro del mundo, del presente al pasado y de la violencia del mundo al incendio del alma. Ahí inicia la búsqueda y la historia, que poco a poco se irá convirtiendo en una vorágine tras la cuál, la vida ya nunca será igual.

Tal como lo hicieron los griegos, Wajdi Mouawad logra con su trabajo un teatro poderoso e incendiario, que nos desnuda y nos deja completamente vulnerables, ante la posibilidad de ser atacados por nuestra memoria, por nuestra historia, y ser destrozados por nuestras dudas y nuestros miedos; para después, ser nosotros mismos quienes tranquilicemos nuestro corazón, quedándonos con un sueño de esperanza entre las manos.

Escritor, actor y escenógrafo, este libanés instalado en Quebec, logró un destacado lugar en Montreal con sus adaptaciones y sus puestas en escena claramente modernistas de los grandes clásicos del teatro occidental, antes de su consagración en Francia, en Limoges (1998) y en el Festival de Aviñón (1999) con su obra iniciática Litoral, primera parte de la tetralogía que busca su inspiración en la experiencia dolorosa de la guerra y del exilio.


Incendios es una tragedia moderna, una relectura del clásico Edipo, que mezcla con ironía y desesperanza, la prima de que, por más que se huya del destino, este, tarde o temprano hará acto de presencia. La trama sin perder su poderosa y devastadora vigencia, sigue emocionando al público del mundo.

Hugo Arrevillaga, con la sensibilidad que solo él tiene en los escenarios mexicanos, logra traducir la brutalidad del texto que lo mismo habla de “pecados”, que de traiciones, de lo absurdo de la guerra, que de la violencia como resultado de la misma; de la muerte, la mentira, el silencio, que, de tortura, violaciones, pero también de perdón y de redención, en una puesta en escena pletórica de poesía y de imágenes de una belleza indescriptible, su puesta en escena no se limita a ser solo una ilustración al poderoso texto de Mouawad.


El talentoso director ha conformado su reparto combinando actores y actrices de amplia trayectoria en México, todos ellos excepcionales: pero, sin duda, el monumento de actriz que es Karina Gidi, verdaderamente memorable en su brillante interpretación de Nawal es quien encabeza el elenco; actores de probado talento y ya larga permanencia en los escenarios, como Concepción Márquez y Pedro Mira, alternan con actores permanentes de la Compañía Tapioca Inn, como: Alejandra Chacón y Rebeca Trejo y destacados jóvenes actores, como Jorge León, Javier Oliván y Guillermo Villegas.

Wajdi Mouawad es un incendiario. Es un gran fuego que, como el ave fénix renace de sus cenizas. Incendios habla de ese renacer, de fuegos que a veces hay que sembrar, del terrible camino que a menudo hace falta recorrer para llegar a uno mismo.

Una mujer acaba de morir y abre la puerta de su silencio y sus secretos. Deja a sus hijos gemelos un traje de tela verde, un cuaderno rojo y dos sobres que son como dos cajas de Pandora de las que surgen males y maravillas, y cuyo contenido lea va a arrastrar a una fabulosa odisea, hacia un continente lejano, hacia un pasado desconocido, hacia un segundo nacimiento.


El mensaje de Wajdi Mouawad, sugiere que en Líbano el odio es un instrumento de identificación personal a través de la religión y la cultura comercial americana caduca. Sus protagonistas jóvenes no tienen raíces bien definidas. Es así como los gemelos se embarcan en una odisea que los llevará de un lado al otro del mundo, del presente al pasado y de la violencia del mundo al incendio del alma, en su odisea, en su viaje, descubren su dolorosa historia familiar, y, en el  desenlace descubren por fin la felicidad.

Los hermanos se reencuentran con su pasado, conocen a su padre y conocen a su hermano. Y el final es sobrecogedor.

La infancia es "un cuchillo clavado en la garganta”. Teatro puro en el escenario. Teatro puro, donde no hay un sólo objeto que no tenga un sentido, que cada vez que se conoce un nuevo dato es más desolador: la nariz de payaso que la parturienta dejó entre las ropas del neonato antes de que se lo arrebataran porque era el único regalo que recibió del amor de su vida; el número 72, el de "la mujer que canta", sistemáticamente torturada y violada.

La Compañía Tapioca Inn, con 8 años de experiencia, 11 puestas en escena y un claro objetivo de auto generar y producir proyectos teatrales poderosos, se interesó en este texto, y después de llevar a cabo la traducción –apoyada por el Consejo de las Artes de Canadá- y de presentar una lectura dramatizada del texto durante la 7ª Semana Internacional de la Dramaturgia Contemporánea, decidió llevar a cabo la producción de la pieza, nuevamente con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México a través de su Sistema de Teatros y de su otrora titular, Nina Serratros.

Siete actores excepcionales para una treintena de papeles diferentes, una dirección excelsa, que sabe contar las historias paralelas que se van cruzando en el escenario con una sabiduría infinita. Hugo Arrevillaga, con la sensibilidad que solo el tiene en los escenarios mexicanos, logra traducir la brutalidad del texto que lo mismo habla de “pecados”, que de traiciones, de lo absurdo de la guerra, que de la violencia como resultado de la misma; de la muerte, la mentira, el silencio, que, de tortura, violaciones, pero también de perdón y de redención, en una puesta en escena cargada de poesía y de imágenes de una belleza indescriptible, la puesta en escena no es una ilustración al poderoso texto de Mouawad.

Wajdi Mouawad define su concepto del teatro: ´´En un mundo occidental donde reina una creciente irresponsabilidad ante las palabras y los símbolos, el teatro puede, como cualquier otra forma de belleza, volverse un espacio donde el despertar aún es posible, donde todavía está permitido escapar, juntos, espectadores y actores, de la somnolencia de lo cotidiano: intentar despertarnos de nuestra vida adormecida´´.



Incendios cruza tres historias entroncadas: la de Nawal, desde que quedó embarazada, con 15 años, hasta su muerte; la historia de ese primer hijo, de quien la separaron nada más nacer y a quien buscó durante toda su vida, para reencontrarlo en circunstancias límite, y la historia de la nueva búsqueda, emprendida por sus gemelos. Pero con ser emocionante lo que Mouawad cuenta, lo que conmueve definitivamente es cómo lo cuenta. Los protagonistas de una escena comparten espacio con los de la siguiente, que entran en acción lenta, antes de que les llegue el turno, en una escenografía sencillísima y actores capaces de atravesarte el corazón diciendo monólogos de espaldas, y. ¡qué monólogos!.

En Incendios, Wajdi Mouawad revive Edipo rey con otra letra y otra peripecia. Su tragedia conserva íntegro el aliento de la de Sófocles, aunque su héroe trágico ya no sea un príncipe tebano, ni un viajante orillado por la Gran Depresión, y ni siquiera sea varón: Nawal es la mujer de cualquier país en guerra, humillada, violada e inseminada por el enemigo. Hace falta generosidad para dibujar un final como el de Incendios, que coincide con la anagnórisis: al leer en las dos cartas de Nawal (dichas por ella en voz alta) que es hijo suyo y padre de sus hermanos, Nihad, su violador, se queda mudo, inmóvil.

En Incendios, la chispa que prende el fuego es, como en Antígona, un muerto reciente que no encuentra descanso. Un montaje memorable, tan devastador como poético, tan violento como conmovedor, tan austero y minimalista como espectacular


El teatro es de todos. ¡Asista!


Deje todo y corra a verla

Incendios, de Wajdi Mouawad

Dirección: Hugo Arrevillaga

Actuación: Karina Gidi, Pedro Mira, Alejandra Chacón, Javier Oliván, Concepción Márquez, Jorge León, Rebeca Trejo, Guillermo Villegas.

Teatro Benito Juárez. Villalongín 15, Col. Cuauhtémoc. Metrobús parada Reforma
Jueves 20 horas hasta el 2 de a

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