BOSQUES,
de Wajdi
Mouawad.
¿Qué
no veo en mi?
Texto
y fotos: Salvador Perches Galván.
Erase
que se era un bello coliseo creado por Atenea Chávez, e iluminado por Auda
Caraza, en donde 9 esplendidos ACTORES , así, con mayúsculas dan vida a 37
personajes: Úrsula Pruneda (alternando con Arcelia Ramírez), Antón Araiza,
Pedro Mira, Sonia Franco, Concepción Márquez, Violeta Sarmiento, Rebeca Trejo,
Raúl Villegas, Alejandro Reza, Jorge León y Adrián Vázquez , vestidos por Mario
Marín del Río, con música original de Ariel Cavalieri, la coordinación técnica
de Roberto Paredes, Anabel Caballero asistente de dirección, Rebeca Trejo
Producción ejecutiva, todos bajo la acertadísima dirección de Hugo Arrevillaga
(equipo de cabecera de Tapioca Inn y de Arrevillaga), recrean un sórdido
cuento, que nada tiene que ver con los de los hermanos Grimm, ni los de
Perrault, con lobos usurpando abuelas, o mas bien, si tiene que ver con
usurpaciones. La historia es la siguiente… Seis mujeres se enfrentan a la
incoherencia de su propia existencia, a raíz de que en 2003, la menor de ellas
y un paleontólogo, deciden buscar el origen de la enfermedad incurable que mató
a su madre. Es así como, a través de promesas no cumplidas, de generación en
generación, ese viaje se remonta hasta 1917, año en el cual un soldado desertor
de la Primera Guerra Mundial, Luciano Blondel, se refugia en el corazón del
bosque de Ardennes, Francia, para descubrir un zoológico y el amor de su vida:
Léoni. Sin embargo ellos y su descendencia quedan atrapados en un laberinto de
guerras, catástrofes y traiciones que se extienden por todo el siglo XX, del
que sólo podrán salir cuando las promesas traicionadas sean cumplidas.
En Bosques
vamos desde 1870 en la guerra Franco Prusiana, pasamos por la 1ª y 2ª guerras
mundiales, a los campos de concentración de Dahau, para ir al 2006 en Montreal,
a la matanza de mujeres en el Politécnico de Montreal, un suceso que marcó
profundamente a la sociedad canadiense porque esto era inaudito en un lugar tan
apacible como lo es Canadá.
Como
afirma Wajdi Mouawad, su autor, las tres primeras partes de la tetralogía La sangre de las promesas, que son Litoral,
Incendios y Bosques, corresponden a una misma forma de contar historias,
cada una de ellas tiene un tema y un abordaje particular, la búsqueda indaga en
nuestras raíces, ¿de dónde venimos? ¿cuál es este suelo dónde estamos parados?
y ¿qué ha tenido que suceder para que nosotros estemos hoy, en este momento
aquí platicando frente a frente?. En Bosques esta búsqueda es mucho más
rabiosa, mucho más profunda a nivel de historia y anécdota.
Esta
historia atraviesa prácticamente un siglo, el personaje a través del cual
viajamos es Lobo, una joven que a sus 18 años se tiene que plantear preguntas
fundamentales para seguir viviendo: ¿quién soy?, ¿dónde estoy?, ¿qué es esto
que me está destrozando la existencia? Y ¿qué es lo que tengo que encontrar
para saber quién soy?. “¿No te parece importante encontrar tu lugar en el mundo
ahora que tienes 18 años?” Mi corazón atravesó un siglo
Hay
una necesidad inacabable del autor de darle un nombre al alguien, solo un
nombre, si esa persona desapareció por lo menos que se mantenga su nombre, si
nadie nombra a esa persona desaparecida, ella realmente no habrá existido.
A
Wajdi Mouawad los calificativos no le cuadran, porque su trabajo es sustantivo.
Es un poeta del escenario. Vivió en su Beirut natal hasta los ocho años. Allí,
desde lo alto de un edificio, vio cómo un autobús repleto de refugiados
palestinos era acribillado por las milicias cristianas, al comienzo de la
guerra civil libanesa. Sus padres se lo llevaron a París. Seis años después
tuvieron que abandonar Francia. En Montreal, él y su familia corrieron mejor
suerte. "En el exilio, tuve que buscarme algo con lo que recrear el
espacio de felicidad de mi infancia, algo que volviera a ponerme en relación
con la naturaleza". Y ese algo fue el teatro. Empezó a dirigir, a actuar y
a escribir, ¡con qué resultados!
Espectáculos
de largometraje hay muchos. Los de Mouawad nos remiten a las tetralogías
griegas: son tragedia pura.
Bosques,
es un viaje alucinante por el árbol genealógico de Lobo, joven desarraigada, y
de su madre, que ha desarrollado un tumor maligno en torno al embrión de un
hermano gemelo, hipertrofiado e inserto en su propio cuerpo. Un paleontólogo y
un psiquiatra les guían raíces adentro, hasta llegar a la última capa freática.
La obra más compleja de Mouawad se desarrolla sincrónicamente a fecha de hoy,
durante las dos guerras mundiales y durante la guerra francoprusiana de 1870.
"Hacía mucho que soñaba con un espectáculo que explorase la cuestión del
odio entre pueblos hermanos instalado por razones oscuras, que se remontan
varias generaciones. Del odio ancestral. Enseguida pensé en Palestina, pero me
pareció difícil hacer teatro de un acontecimiento actual sin traicionarlo.
Leyendo Platón y Europa, de Jan Patocka, reparé en el odio entre
alemanes y franceses. Y buscando un personaje histórico cuya vida atravesara
las tres últimas guerras francoalemanas, di con Pétain: Bosques comienza
cuando Pétain estaba en edad de jugar con Rimbaud a las canicas".
El
autor, a sus 40 años, dice. “No siento que pertenezca a ese mundo. Lo creía,
pero descubro que quizás no pertenezco del todo al mundo del teatro. Y,
curiosamente, no me hace infeliz. Es verdad que tiene algo que ver con el
exilio. Un poco como con el Líbano. Pertenezco a ese país, pero no puedo decir
que sea libanés”.
Mouawad
nació, efectivamente, en el Líbano en 1968, pero tuvo que marcharse con sus
padres y su hermano mayor a París por el inicio de la guerra civil con solo
ocho años. Cuando ya había empezado a adaptarse a un país y una lengua nuevos,
con 15 años tuvo que volver a emigrar con su familia a Quebec porque las autoridades
francesas no les renovaron la carta de residencia. Y, en Montreal, fue donde
Wajdi pudo empezar a sentar parte de sus raíces al diplomarse en artes
escénicas y escribir dramaturgia, poesía y novelas, a principios de los años
noventa. En sus escritos perseguía y persigue el recorrido de este exilio a
través de historias, relatos y unas imágenes que transfiere al teatro, aunque
se vea fuera de él.
El
punto fuerte de Wadji Mouawad es la tragedia, género en el que se siente cómodo
y que aborda a partir de fábulas contemporáneas: “La tragedia griega es un
zócalo de referencia para mí. Los griegos creían que cuando se les obligaba a
hacer y rehacer el mismo gesto era para encontrar dónde fallaban. No veían que
fuera un comportamiento neurótico, sino una manera de encontrar el error.
Contar siempre la misma historia se parece, en mi caso, a esta tentativa de
encontrar en dónde se deslizó el error de una historia condenándome a una pena
extraña, aunque reconozco que me gusta bastante. Pero lo que me gusta de los
griegos, y en especial de Sófocles, es el sentimiento de la revelación.
Posiblemente porque es una cuestión que a menudo me planteo: ¿qué no veo en mí?
En
el caso de la triada inicial de la tetralogía La sangre de las promesas, las obras tienen un argumento común y
personajes que evolucionan de una a otra. “Comparten el tema de la promesa no
cumplida, o mejor dicho, el de aquéllos que la profieren y la tienen que
cumplir. Y de las razones por las que no pueden cumplirla y sus consecuencias”.
A
menudo me pregunto qué me habría ocurrido si me hubiera quedado en el Líbano,
de qué lado estaría. Pero esta cuestión es un pozo sin fondo. Creo que como
artista, mi vida me sirve de laboratorio. El mío es la guerra, la familia, el
exilio. Mis experiencias, la amistad, el abandono, la violencia, todo esto
viene de Líbano pero también de Europa. No veo frontera”.
Con
esta biografía era irremediable que la identidad fuera otro de sus grandes
temas: “Al venir de varios países, no hay un lugar en el que me sienta en casa.
La cuestión no es de dónde eres, sino de dónde te sientes, y si respondo, veo
que sobrepasa los límites nacionales”. Y añade que hay una zona, el
Mediterráneo, que sí inspira su trabajo.
Bosques
es una historia de infancia que guarda un zoológico inimaginable, denso y
profundamente poblado. Un entramado de promesas cumplidas o traicionadas, de
amistad, de guerra, de rabia y de sed. Es la tercera parte de la tetralogía La
sangre de las promesas, escrita por Wajdi Mouawad, traducida por Raquel
Urióstegui y espléndidamente dirigida por Hugo Arrevillaga, quien afirma “es
una historia, grande y profunda, tan alta como un árbol, tan profunda como sus
raíces”. Es la historia de Lobo y de seis mujeres que la preceden. Lobo es muy
joven y acaba de perder a Amada, su madre, a quien en realidad empezó a perder
desde antes de que ésta la diera a luz. Luz es la madre de Amada, a la que
abandonó, pero a su vez a ella su madre no le cumplió una promesa, lo que destrozó
su infancia.
Lobo
tendrá que emprender una búsqueda en sus orígenes, con el valor que necesitaría
un lobo cachorro para atravesar por primera vez la noche en pleno invierno,
hasta llegar al inicio, a su origen, y entender cómo su familia pudo atravesar
un continente para sobrevivir guerras, incendios y traiciones. Sólo al
encontrar esta verdad, Lobo podrá al fin cortar el hilo de todos esos abandonos
y reconstruir la historia, juntar pedazos, aliviar cada recuerdo y arrullar
cada imagen, dulcemente, para sonreír de nuevo. Para que nadie diga que su
corazón permaneció cerrado.
Para
los escépticos, para quienes dudaban que el talentoso director podría superarse
luego del suceso, artístico y de público de Incendios, Hugo Arrevillaga
refrenda su sensibilidad, su talento, que comienza con rodearse del mejor
equipo, de su muy particular forma de leer y traducir en imágenes los textos,
particularmente con Bosques, en donde Mouwad se regodea en lo bizarro,
abigarrado y sórdido, entregando una historia llevada al límite, retorcida
hasta lo indecible, llevándola, incluso a lo inverosímil, poblada por incestos,
personajes freak, como un hermafrodita, pese a ello, Arrevillaga nos regala con
una bellísima puesta en escena, plena de imágenes poéticas, espléndidamente
actuadas, en este terreno es justo reconocer la brillante interpretación de
Ursula Pruneda, seguramente Arcelia Ramírez ofrece una actuación igual de
memorable que la de su alternante, así como las de Anton Araiza y Jorge Leon,
sin demeritar el trabajo del resto de sus compañeros, porque, como es común en
el director, logra unificar, homologar y llevar a niveles insospechados las
capacidades histriónicas de elencos. También refrenda su gusto por la intimidad
entre el espectador y sus intérpretes con reducidos espacios, en donde el
público puede, literalmente rozar a los actores, puede olerlos, y, por ende, no
puede ser engañado con falsos recursos interpretativos.
Con
la tetralogía La sangre de las promesas, Mouawad evidencia su
preocupación por decirle al espectador que puede ahondar en sus raíces,
encontrar de dónde viene, hasta dónde se está dirigiendo y parece una reflexión
fundamental para el ser humano en este momento. ''Ahora, en pleno siglo XXI,
podemos comprobar que la tragedia está viva como género dramático'', afirma
finalmente Hugo Arrevillaga Serrano, de quien esperamos inminentemente la
cuarta entrega de esta tetralogía con la puesta en escena de Cielos.
El
teatro es de todos. ¡Asista!
Muy
recomendable. Asista temprano porque los boletos se agotan.
Bosques.
De Wajdi Mouawad
Dirección:
Hugo Arrevillaga
Con
Úrsula Pruneda / Arcelia Ramírez, Pedro Mira, Concepción
Márquez, Antón Araiza, Sonia Franco, Violeta Sarmiento, Raúl Villegas,
Alejandro Reza, Jorge León, Adrián Vázquez y Rebeca Trejo,.
Teatro
Benito Juárez, Villalongín 15, colonia Cuauhtémoc. A un costado del
Monumento a la Madre. Metrobus Reforma
Miércoles 19 horas,
hasta el 1 de agosto
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