Por: Mireya Flores Cortés
Desde tiempos remotos los ancianos son dignos de veneración debido a su gran sabiduria. Por ejemplo, en nuestro país se llevan a cabo danzas que antiguamente se dedicaban al dios viejo del fuego y del año “Huehuetéotl”.
Una de las danzas más importantes proviene de los Tarascos o purépechas, y es nombrada “La danza de los viejitos”. La alegría de este baile adorna y musicaliza la región lacustre de Michoacán, para ser precisos, el lago de Pátzcuaro y la Sierra de Uruapan.
Los movimientos dan muestra de la energía y vivacidad que un cuerpo de edad avanzada puede tener. Cada meneo culmina con estridentes zapateados y bastoneos que acompañan a lo que puede ser una parodia de los achaques más frecuentes de un anciano; pues en realidad esos viejos que bailan son joviales, ágiles, sonrientes y siempre rozagantes.
La danza original viene de la región de los Andes, al sur de América, lugar de donde se cree que emigraron los Purépechas y los Quechuas y una de las versiones es que en este punto geográfico se veneraba a “El sol, el tata” y a las personas más longevas y sabías. Aunque existe otra versión que refiere a la T´arhépiticheri uarhakua (danza de los viejitos) como una burla que esta sociedad le hacía a los hispanos que envejecían prematuramente por los vicios que tenían.
Hoy en día, además de ser una fiesta y un elemento cultural de Michoacán, los purépechas danzan para que las cosechas sean buenas y para sanar enfermos. Danzan cuatro chamanes, pues son cuatro los puntos cardinales, y el fuego, el aire, la tierra y el agua son cuatro elementos sustanciales en el planeta. Por ello se necesitan cuatro personas para que le pidan al dios viejo, la salud de los enfermos y de la siembra.
Además, el baile se lleva a cabo con sentido el humor en el que los danzantes portan trajes propios de los campesinos; pues la base es la camisa y el calzón o las naguas de manta que siempre estarán acompañados de fajas y zarapes de floridos bordados. Además de los sombreros de paja de trigo con listones multicolores y la máscara que supone la cara sonriente y sonrojada de una persona mayor.
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La indumentaria femenina consiste en una “sabalina” (falda) sostenida por un ceñidor o fajilla. La blusa es bordada en los hombros y el escote y las figurillas principales son flores y animales, entre ellos el perro. Llevan delantales coloridos, grandes aretes y el cabello se divide en dos trenzas anudadas con listones de colores.
Mientras que el traje del hombre se distingue por el gabán o jorongo bordado en punto de cruz o hecho de lana colorida (El rojo y el azul predominan en ellos) que forma diversas grecas, rectas y otras figuras. Además de la máscara, para emular el aspecto de anciano, una pieza de manta cubre la cabeza y se enreda al cuello al mismo tiempo que un paliacate se ata al pecho. Por supuesto que el morral, la mulita (bastón de madera y tres picos) y los huaraches de suela gruesa no pueden faltar.
Esta tradición se mezcló con la religión católica y la versión que resulta de esta fusión dice que al nacer Cristo merecía un regalo que los viejos no podían darle y por ello idearon ofrecerle una danza que expresara la maravilla de su longeva vida, regalo que el Niño Jesús agradeció con una sonrisa.
Por ello, se baila el día de la Navidad, el 26 de diciembre, el año nuevo, el día de la Epifanía y el día de la Candelaria. De esta manera, esta danza se realiza durante la estación ceremonial del invierno. Los danzantes también hacen votos para bailar toda la vida en honor de la Virgen de la Inmaculada Concepción después de haber recibido de ésta un favor o un milagro.
Cerca de Uruapan, después de la misa de noche buena, los viejos entran a la iglesia y se arrodillan ante la imagen del Santo Niño para después danzar en el atrio de la iglesia y culminar en la casa de los cuatro mayordomos en donde vuelven a danzar y son invitados a participar de una rica cena mexicana.
“Los viejitos danzantes” veneran a sus deidades al mismo tiempo que son retribuidos por los pobladores que agradecen y miran con respeto cada uno de los movimientos y acciones de los hombres que se encuentran debajo de las máscaras y los trajes de manta e hilos de colores. Es así como se celebra al Dios bueno que ha permitido una vida larga llena de fortaleza y conocimiento en la región purépecha.
Fotografías: 1 y 4 Cortesía de la Secretaría de Turismo de Michoacan
2 y 3 Olimpia Camarena
Video: Marlene López González
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