Por Pablo O. Duran
El pueblo de Tepepan está ubicado en los límites de las delegaciones Xochimilco y Tlalpan. Cuentan sus habitantes que en ese pueblo, a mediados del siglo XIX, había un joven de un porte sin igual en toda la región, por lo que a todas las chicas las tenía maravilladas con su atractivo. Pero a este joven sólo se le veía muy pocas veces en el pueblo, siempre andaba vestido con un traje de charro negro, nadie sabía su nombre y dónde vivía, de ahí que le llamaran el Charro Negro. Cuando las muchachas lo seguían, en el momento de dar vuelta en una calle se metía entre los arbustos o aceleraba el paso entre los prados con el fin de perdérseles, por lo tanto nunca supieron hacia dónde iba el Charro Negro en realidad.
Cada que paseaba en la calles del pueblo las muchachas se detenían a verlo pasar, algunas le hablaban para saludarlo, él respondía a los saludos pero no detenía su caminar. Un día encontró a una chica que nunca en su vida había visto y en esa ocasión se bajó del caballo para saludarla. Él era demasiado guapo cuentan los habitantes de Tepepan, por lo tanto empezó a cortejarla y surgió un romance entre el Charro Negro y la hermosa muchacha.
Durante un tiempo el Charro Negro fue a visitarla a su casa, conoció a los padres de la joven, los trató y ellos llegaron a quererlo. Ya una vez que el Charro Negro se ganó la confianza de los padres de la muchacha, les pidió la mano de su hija en matrimonio, los padres felices accedieron porque su hija estaba enamorada del Charro Negro y también se quería casar con él.
Celebrada la boda, el Charro Negro y su esposa se despidieron del par de ancianos, los suegros felices los dejaron ir.
Un año después de la gran boda y despedida, los ancianos estaban preocupados por su hija que desde aquel día no volvieron a ver. Comenzaron a preguntar entre la gente del pueblo si alguien había visto a su hija y al Charro Negro.
Una mañana los ancianos se levantaron a hacer sus actividades cotidianas sin esperar ninguna noticia sobre su hija, cundo de pronto llamaron a la puerta de su casa, su sorpresa fue muy grande al ver al Charro Negro parado en la puerta. Él les dijo que sabía que ellos estaban preocupados por su hija y los iba a llevar a donde estaba ella, así que los ancianos se alistaron y se fueron con el Charro Negro. El Charro los llevo por un largo camino y una vez que llegaron al lago de Xochimilco se embarcaron en una canoa en dirección a una isla. Cuando descendieron en la isla caminaron hasta una orilla y les dijo a sus suegros - su hija esta allá a bajo - señalando al fondo del lago. Fue entonces cuando los ancianos vieron a su hija.
Pero ella ya no era normal, estaba convertida en una sirena y en los brazos tenía a una bebé sirena que estaba amamantando. Los padres se quedaron sorprendidos por lo que vieron.
El Charro Negro les explicó que él y su esposa vivían en el fondo del lago por eso ella no podía ir avistarlos y que era la última vez que la iban a poder ver.
De regreso en su casa los ancianos comentaron lo que vieron a los habitantes del pueblo de Tepepan, desde entonces se dice que el Charro Negro sólo regresa en las noches por las chicas hermosas para llevárselas al fondo del lago.
Ilustración: José Luis Morales
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