REPORTAJE. EX - CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ANGELES, TAMBIEN CONOCIDO COMO MUSEO NACIONAL DE LAS INTERVENCIONES.
Por Marlene López González
Aproximadamente 9 mil estudiantes visitan al mes, el Museo Nacional de las Intervenciones, recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que ofrece un intenso programa de servicios educativos.
En este museo se encuentra la explicación de los conflictos entre México y otras naciones. Su dinámica consiste en dar visitas guiadas en las que se explica de forma detallada las intervenciones de México durante el siglo XIX y XX.
El Museo Nacional de las Intervenciones ofrece los siguientes servicios:
• Exposiciones Temporales. Monográfico, se da a conocer asuntos relacionados con el contenido histórico y artístico del museo.
• Exposiciones Mensuales (Efemérides). Espacio para los hechos significativos de México.
• Exposiciones Tradicionales. Espacio del museo dirigido a mantener vivas nuestras tradiciones.
• Conferencias y mesas redondas. Se discuten asuntos históricos asociadas con las fechas más significativas.
• Actividades culturales. Música, baile, cantos, poesía y demostraciones teatrales con aspectos relevantes de nuestras tradiciones y cultura.
• Materiales impresos para el público en general. Síntesis histórica de las intervenciones en México; síntesis temática de la intervención española (1829); francesa (1838-1839); norteamericana (1846-1848); intervención en segundo lugar francesa (1862-1867); y norteamericana (1914).
• Folletos y programas con información relacionada con todas las actividades y acontecimientos que ocurren en el museo.
• Visitas guiadas, explicación de los hechos, que se apoyan con materiales pedagógicos: objetos y gráficos que refieren a las intervenciones extranjeras.
• Cursos de verano para profesores y estudiantes. Se tiene acceso al material bibliográfico especializado en varios temas relacionados con el museo, por ejemplo historia mexicana del siglo XIX y arte mexicano colonial.
HISTORIA MEXICO LEGENDARIO
El Museo Nacional de la Intervenciones se ubica en el Ex convento de Churubusco, entre las calles 20 de agosto y General Anaya, colonia Churubusco, Delegación Coyoacán, en la Ciudad de México.
EL Museo Nacional de las Intervenciones fue creado por acuerdo presidencial e inaugurado el 13 de septiembre de 1981. Se instaló en el Ex convento de Churubusco, siglo XVII.
La colección del museo comprende litografías, banderas, armas, mobiliario y accesorios tanto civiles como militares de la época, combinados con diferentes reproducciones que permiten recrear los hechos históricos.
Antes de la llegada de los españoles, el sitio pertenecía a uno de los cuatro tlatoques de los culhuaques, relacionado con la dinastía de Tenochtitlan y conocido entonces como Huitzilopochco, palabra que deriva de huitzitzilin, “colibrí”, y opochtli, “zurdo o siniestro”. Su población vivía del cultivo de frutas y flores, así como de la sal que recogían de la ribera del lago de Texcoco, productos que comerciaban en la ruta Tenochtitlan – Coyoacán.
Consumada la caída de la capital azteca en 1521, el invasor español se estableció en Coyoacán mientras se limpiaba y trazaba la nueva capital novo hispana. En 1538 los frailes franciscanos iniciaron su labor evangelizando la zona de Huitzilopochco, para ello construyeron una humilde casa sobre el basamiento prehispánico dedicado al dios Huitzilopoctli.
Con el paso del tiempo la palabra Huitzilopochco, pasó a castellanizarse como Huychulubusco, Ocholobusco, Ochorobusco, hasta quedar definitivamente con el nombre de Churubusco.
Es posible que este primer convento se haya construido entre 1538 y 1549, pero al parecer fue abandonado por los franciscanos y pasó a depender, hacia 1548, del clero secular. Y en 1576 fue entregado el pequeño convento a los religiosos franciscanos descalzos de la orden de San Diego, dependiendo inicialmente de la custodia de las Islas Filipinas y después de la Provincia de San Diego de México, donde se impartió noviciado y estudios de gramática.
Durante el siglo XVIII, el convento de Churubusco adquirió importancia dentro de la provincia de San Diego, aumentó el número de sus religiosos a cuarenta y ocho y tuvo actividades docentes y académicas. En 1733, fue objeto de algunas obras que lo transformaron, entre las que figuran la construcción de la cerca de la huerta, con sus cuatro hornacinas, el noviciado, el Oratorio Doméstico, los dormitorios, el General de Teologías, el Aula de Filosofía, la Biblioteca, el Coristado, con su capilla, el Refectorio, la sala de Profundis, el claustro pequeño, los baños, la cocina y la oficina del refectolero, agregándose varias crujías que le dieron la disposición característica que hasta ahora conserva.
En 1797 la iglesia fue objeto de algunas reformas, se abrió una linternilla en la bóveda del crucero, se modificó el coro, recortando sus cornisas y colocando un lambrín de azulejos policromados, al parecer, elaborados en la academia de San Carlos.
La importancia del convento durante el siglo XIX decreció de manera notable, disminuyendo el número de frailes que lo habitaban. El 20 de agosto de 1847, los batallones de la Guardia Nacional, los Piquetes de Tlapa, Chilpancingo y Galeana, y una compañía del Batallón de San Patricio, bajo el mando de los generales Manuel Rincón y Pedro María Anaya, resistieron heroicamente los ataques de las fuerzas invasoras estadounidenses.
El convento fue ocupado por la división del general Twiggs, que permaneció hasta el 7 de septiembre de 1847. Después de la desamortización de los bienes eclesiásticos la iglesia y el convento fueron entregados al clero secular y, el 21 de agosto de 1869, el presidente Benito Juárez expidió un decreto que determinó que el ex –convento y sus anexos quedaran excluidos de cualquier adjudicación a particulares, en virtud de haber sido escenario de una de las más heroicas batallas libradas contra la invasión norteamericana.
Abandonado durante algunos años se arruinó parcialmente y fue invadido por particulares que trataron de adjudicarse algunas fracciones, siendo desalojados en 1875.
También fue destinado a servir como hospital militar para enfermos contagiosos, hasta que el 13 de diciembre de 1918, se entregó a la Inspección General de Monumentos Artísticos e Históricos, para proceder a instalar el Museo Histórico de Churubusco, que fue inaugurado el 20 de agosto de 1919, en conmemoración a la batalla contra la intervención norteamericana de 1847.
Hacia 1928, una parte del convento albergó una de las Escuelas de Pintura al Aire Libre. En 1933 fue declarado Monumento Histórico y seis años más tarde, el inmueble pasó a custodia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Su vocación como museo local duró poco más de 60 años, hasta que en 1980 se restauró —con la promoción y financiamiento de la Universidad Nacional— para convertirlo en el Museo Nacional de las Intervenciones, inaugurado el 13 de septiembre de 1981.
RECORRIDO
Inicia por la puerta de campo, la cual constituía un acceso de servicio donde se introducían mercancías y alimentos destinados al consumo del convento. Siguiendo por el patio de servicio se haya a la izquierda un portón que conduce a la huerta, que además de su hermosura natural, proporcionaba a los frailes, parte de su sustento alimenticio. Además, tenía un extenso aljibe que almacenaba agua que, llegaba por un acueducto desde el Río Churubusco, para el riego de árboles.
Frente a la entrada de la huerta se encuentra la cocina, uno de los espacios más representativos de la organización y vida interna del convento. En ella se preparaban los alimentos para alrededor de un centenar de personas que habitaban el lugar.
Este espacio era destinado al lavado y preparación de los alimentos, que incluía una pileta. Se encuentran también cuatro hornillas, colocadas sobre una plancha de ladrillo, que servían para calentar los alimentos en cazuelas metálicas o de cerámica. En el centro se haya un fogón y una gigantesca chimenea del ladrillo, en la que en sus muros se conserva aún el tizne producido por la combustión, a lo largo de dos siglos de funcionamiento.
Continuando con el recorrido, se encuentra el refectorio, es decir, el comedor de los frailes. En este se pueden observar las mesas donde los frailes tomaban sus alimentos, restos de pinturas que decoraban una buena parte de los muros del convento. El refectorio tiene tres accesos, el primero conduce a la Sala de Profundis, en donde, en determinadas horas del día y de la noche, la comunidad de frailes se reunían para orar y ejercer la penitencia y mortificación corporal, tal y como lo ordenaba la regla de acuerdo con lo expresado por San Francisco de Asís.
La segunda entrada, lleva al Claustro Bajo, un espacio de singular hermosura, en el que se pueden apreciar dieciséis arcos de medio punto, sostenidos por anchas columnas toscanas, decoradas con pintura mural. En el patio del claustro hay un fuente, que tiene en su centro un original surtidor de agua realizado en ónix.
El tercer acceso sube al siguiente nivel del edificio para dar inicio a las salas donde se localiza el acervo histórico de la intervenciones, que se compone principalmente de litografías, banderas, armas, mobiliario y accesorios tanto civiles como militares de la época, combinados con diferentes reproducciones que permiten recrear museográficamente los hechos históricos.
En primer lugar, se encuentra la Sala de Introducción, en la que, mediante diversos objetos, se reconstruyen las formas de resistencia mexicana sostenida contra las intervenciones extranjeras. También se puede apreciar una original alegoría a la nación: columnas que representan tres siglos de dominación española, una campana que simboliza la Independencia, machetes, fusiles, sables, un cañón, armas empleadas por el pueblo para liberarse del yugo colonial y un escritorio con libros que constituyen los instrumentos intelectuales empleados por los mexicanos para defender sus ideales y construir la nación.
En el muro opuesto de esta sala, podemos apreciar textos, relatos y algunas piezas de colección que muestran los fundamentos ideológicos y las acciones expansionistas de los Estados Unidos, a partir de su independencia.
La exposición continua con la sala de Independencia, que ilustra el difícil camino de México para constituirse como nación. La lucha independentista y la pugna federal-centralista, además de la intromisión de los agentes norteamericanos en la política interna, permite explicar el contexto en el que se produjo la primera intervención armada para pasar a la siguiente habitación se tiene que atravesar el Claustro Alto, que por la belleza de sus elementos arquitectónicos y su aislamiento, constituía un espacio ideal para el relajamiento y la meditación de los frailes.
En seguida se ubica la Sala de Intervención Española de 1829, en ella se hace énfasis a los factores que propiciaron la expedición peninsular a Veracruz y Tampico, el desafortunado intento de reconquista que emprendió la corona española, así como la resistencia sostenida por las milicias cívica y el triunfo obtenido por el ejército mexicano al expulsar a los invasores.
En esta habitación, también se haya una escalinata decorada con azulejos que conducían al coro alto del templo de San Diego, y por una puerta de menor dimensión se accedía al campanario.
La siguiente corresponde a la Sala de Intervención Francesa de 1838-1839 (mejor conocida como la guerra de los pasteles), en la cual, mediante piezas exhibidas se explican los móviles de Francia, que pretendiendo a través de su diplomacia imponer un tratado comercial desventajoso para México, utilizó como ultimo recurso la presencia de su armada en aguas veracruzanas.
En el recorrido continua la Sala de Intervención Norteamericana de 1846-1848, en la que se presenta, en primer término, las razones por las que se perdió Texas, que al ser anexada a los Estados Unidos propició el inicio de la guerra México-norteamericana. Se explica también, que la resistencia fue sostenida fundamentalmente por el ejército en los frentes norte, oeste, centro del país y que, una vez derrotada aquella, la guerra concluyó con la firma del tratado de paz por el que México perdió más de la mitad de su territorio original. Finalmente con la cesión de La Mesilla, se muestra la última mutilación del territorio mexicano.
La Sala de la Intervención Francesa de 1862-1867, hace hincapié en la lucha liberal-conservadora que posibilito primero la presencia armada de las potencias acreedoras y después la intervención formal de las fuerzas francesas que invadieron la mayor parte del país. La exposición destaca la figura del presidente Benito Juárez como símbolo de la defensa de la soberanía nacional ante los intereses del imperio francés, empeñado en imponer un protectorado en México encabezado por un príncipe europeo.
La sala concluye con la explicación de las residencias presentadas por los republicanos en sus diferentes fases más las condiciones que impidieron la supervivencia del segundo imperio y que determinaron el triunfo de la República.
Caminando por los pasillos aparece la Sala Intervención Norteamericana de 1914, en la que se explica el proceso de ésta, entreverado con la Revolución Mexicana en su etapa constitucionalista. Se señalan los intereses económicos norteamericanos que primero apoyaron y luego rechazaron a un régimen dictatorial, para emprender posteriormente una intervención armada en el puerto de Veracruz, donde resistió la marina y el pueblo.
Continuando con la Sala Intervención Norteamericana de1916, se ilustra la forma como el gobierno norteamericano se arrogó —aprovechando la lucha de fracciones que se libraba en el país— la autoridad para castigar a los “bandoleros” mexicanos que ponían en peligro la seguridad de su frontera. Se presenta en esta sala, la resistencia en Chihuahua por la población civil, que junto con el ejército rechazó la presencia invasora. Finalmente se señala la postura nacionalista del gobierno mexicano, hábil defensor de la negociación diplomática como medio eficaz de resolver conflictos.
Después de atravesar las distintas, se encuentran cinco espacios —parece ser que celdas de los frailes— en los que se exhiben muestras representativas de los óleos y esculturas religiosas que están custodiadas por el museo.
El termino del recorrido por el convento se da en un jardín ubicado frente a la huerta, con un hermoso espacio arquitectónico: fuente y lunetas de mosaicos, dan una bella perspectiva al lugar, ideal para relajarse o pasar un buen rato de meditación. Hasta este lugar concluye el espacio perteneciente al monasterio pero no ultimo que se tienen que ver.
Existe aún la iglesia del convento. Su fachada barroca, está recubierta de azulejos, al igual que su cúpula. Cuenta con retablos de madera dorada y policromada del siglo XVIII: el altar mayor y los dedicados a San Francisco de Asís, la Virgen de Guadalupe y la Purísima Concepción, que fueron fabricados especialmente para este templo. Actualmente también se encuentran otros dedicados a San Antonio de Padúa, Cristo Crucificado, la Virgen del Carmen y San José.
El atrio estaba constituido por una explanada limitada por muros gruesos con algunas almenas. En 1800, se colocaron en la barda las estaciones del Vía Crusis, realizadas en azulejos fabricados en el horno del convento. Este también funcionó como cementerio.
La capilla dedicada a San Antonio de Padúa, data de 1797, fecha en que fue edificada a los pies del templo, al pie de la torre y junto a la portería.
El conjunto conventual esta circundado por una barda que conserva en sus esquinas nichos, uno de ellos con escultura muy deteriorada, además de inscripciones casi ilegibles y huellas de las incrustaciones de balas como recuerdo de la Batalla de Chururbusco.
Se colocaron al exterior una serie de cañones proveniente de San Juan de Ulúa, Veracruz para conmemorar este hecho histórico. A este le fueron agregadas, construcciones que albergan la Escuela de Restauración “Manuel Castillo Negrete” y algunas oficinas en casetas temporales ocupadas hasta enero de 1997 por la Coordinación Nacional de Monumentos del INAH.
LEYENDA LA SEPULTURA SECRETA
Se dice que en el 2004, llegó una señora vestida con una falda larga, blusa huanga, paliacáte en la cabeza y huaráches cafés. Aunque su aspecto no era muy grato, recorrió sala por sala con intensión de buscar algo.
Un policía se percató y la empezó a seguir de tal manera que no se diera cuenta. Tal recorrido terminó en el jardín, conocido como la huerta.
La señora se detuvo en unas palmeras que se encuentran en ese lugar; sin voltear le dijo al policía “se que me viene siguiendo, pero es su destinó el que quiere hablar”.
El policía se espantó y como pudo le preguntó, qué era lo que buscaba; ella le respondió: “en este lugar están enterrados dos cuerpos, que piden ayuda”. El policía incrédulo se volteo, pero ella le dijo: “no se vaya, es usted quien tiene que sacar a estos cuerpos no se espante, pero hasta que no los saque, seguirá siendo llamado por ellos”.
El guardia regresó a la sala un poco temeroso, pero no hizo caso alguno. Según la leyenda dice: que después de media noche, los guardias han escuchado que los llaman por su nombre, algunos ven a una mujer que recorre el museo y desaparece en una de las salas, otros policías aparecen en otro lugar sin ninguna explicación.
LEYENDA DIEGO JULIÁN DE ESPINOSA
El 17 de octubre se 1716, Diego Julián de espinosa compareció ante el comisionario del Convento de San Diego de México para responder a las preguntas de rigor que se les hacían a todos aquellos que pretendían tomar el hábito Dieguino.
En lo que hoy es la Pinacoteca Virreinal, (en el lado sur de la alemana central de la Ciudad de México), el adolescente de 15 años entró a la sala oscura, hizo la señal de la cruz y juro decir verdad a todo lo que se le preguntara. Diego Julián contestó a cada una de las preguntas, con la seguridad de que su condición de criollo no sería obstáculo para ingresar a la orden religiosa. (Su padre era recaudador de los impuestos del Rey, en Xalpa, y su abuelo había sido dueño de una panadería en la capital de la Nueva España.)
Completado el expediente de Diego Julián de Espinosa, el comisario lo remitió al Convento de Santa María de los Ángeles de Churubusco, distante ocho kilómetros de la ciudad de México, en donde finalmente fue admitido el joven quien tomó el hábito en el mes de noviembre. Sin embargo, el año siguiente, sus padres, Manuel Julián y Josepha de Aguirre llegaron hasta el noviciado de Churubusco, lograron entrar al patio y con violencia inusitada sacaron a Diego a empellones, entre la mirada atónita de los frailes y novicios.
Diego Julián no pudo hacer nada ante la fuerza y autoridad de sus progenitores. No obstante este desaguisado perseveró en su vocación , escapó de su casa y pidió que se le readmitiera en el noviciado.
Esta historia podemos construirla después de 300 años, gracias a un poco de imaginación inspirada en las lecturas de un documento que se encuentra en el archivo histórico del Convento de Churubusco. Este acervo documental está actualmente bajo resguardo del Museo Nacional de las Intervenciones y contiene la información referente a la orden de San Diego, rama de la tercera orden de Franciscanos, cuyos primeros frailes llegaron a la Nueva España en 1576.
DÍAS DE VISITA: de martes a domingo.
HORARIO: de 9 a 18 horas.
SERVICIOS: visitas guiadas, asesoría a estudiantes y cursos.
Esquina General Anaya
Col. San Diego Churubusco
Coyoacán
Distrito Federal
C.P. 04120
Cerca de la estación del Metro General Anaya
Col. San Diego Churubusco
Coyoacán
Distrito Federal
C.P. 04120
Cerca de la estación del Metro General Anaya
BIBLIOGRAFÍA Y FOTOGRAFIAS
• INAH: http://www.inah.gob.mx/
• Museo Nacional de las Intervenciones:
www.inah.gob.mx/museos/munaint.html
www.cultura.df.gob.mx/mni/
www.cnca.gob.mx/cnca/inah/museos/munaint.html
biblioweb.dgsca.unam.mx/museos/imeca/coyoacan/musinte.html
• El Museo de las Intervenciones, historia viva:
www.elsureste.com.mx/ediciones/pasadas/sep01/15/EST0003.html
• Defensa del convento de Churubusco:
redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/agosto/conme20.htm
• Templo y exconvento de Churubusco:
www.cnca.gob.mx/cnca/inah/monuhis/fchurub.html
www.cnca.gob.mx/cnca/inah/monuhis/fchurub.html
Escorsa Rodríguez Daniel. Revista México en el Tiempo, núm.15. 1996. El Museo de la Intervenciones y su archivo histórico. 56-63p.
Castro M. Efraín y Alonso I. Armida. Churubusco. Serie de Catálogos de la Dirección de Monumentos Históricos I. México 1981. 300p.
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