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P. U. T. O. S., de Gabriel Lagos


Eso siempre ha existido, en todas las sociedades.

Texto y fotos: Salvador Perches Galván.

¿A qué se dedican esos hombres que han irrumpido en el paisaje urbano con camisetas bien entalladas y dispuestos a acostarse con una mujer hoy y con un  hombre mañana? ¿Son tan pocos como parece o tantos como algunos quieren ver?

La prostitución masculina es una realidad en el mundo de hoy.

La prostitución masculina ha existido siempre, aunque durante siglos se haya mantenido totalmente invisible a los ojos de la sociedad.

Es un fenómeno que ha existido desde siempre si lo vemos, no a partir del concepto de una persona prostituyéndose en la calle, sino como relaciones de compra venta: tú me das algo y yo te entrego algo a cambio. Puede hablarse de prostitución masculina desde las relaciones más primitivas y los tiempos de la colonia.



Hombres que establecieran relaciones con otros hombres a cambio de favores. Aunque no es esa la prostitución que se acostumbra a ver, la de la esquina, esa prostitución de compra venta más inmediata. Pero sí ha existido cuando una persona desde un puesto jerárquico, desde una posición económica importante, compra el sexo de una persona más joven o de menos recursos.

Eso siempre ha existido en todas las sociedades. Es un fenómeno que está relacionado con la socialización de la sexualidad. No tiene que ver tanto con el sistema social, sino con la manera en que los seres humanos conformamos nuestras relaciones sexuales.

Considerado con la prostitución femenina, la masculina ha sido menos estudiada, mientras numerosos investigadores concluyen que ambos casos tienen diferencias y comportamientos notables.



La prostitución masculina tiene muchas referencias históricas desde el mundo antiguo como la prostitución masculina en Grecia.

Debido a que el tema ha sido un tabú en el mundo hispanohablante, muchos de los términos para referirse a los prostitutos en diferentes países iberoamericanos han sido tomados de otros idiomas, como gigoló, del italiano (si el prostituto busca sólo clientes femeninos) o taxiboy del inglés (si busca clientes de su mismo sexo). Del mundo anglosajón se han impuesto términos como escorts, rentboys y call-boys. En España se dice chapero, prostituto, puto y gigoló. En Argentina y en menor medida en Chile se les conoce como taxiboy. En Cuba se dice pinguero, en alusión a como se nombra el pene en la isla caribeña. En Ecuador se dice cachero y puto. En Perú se les dice flete, gigoló y gigolón. En México son chichifos. En Colombia se dice prepago, puto, pirobo. En Venezuela se dice: puto, prepago, mandingo regalao, Cosecha perdida, ChupetaFan entre otras. Prostituto, al contrario de su contraparte femenina prostituta, es menos usual.

El término Escort ha sido popularizado por el Internet, numerosos negocios de prostitución masculina publican sus servicios en dicho medio. En tanto Taxiboy se refiere a un varón que se para en calles o parques a esperar clientes en coche que lo abordan y contratan sus servicios.  



Calles y parques, sin embargo, resultan riesgosos para ambas partes, porque los vecinos del lugar, al considerar dicha actividad como un problema de orden público y moral, llaman a la policía. Por otro parte, los prostitutos se hacen presa fácil de bandas homofóbicas o están más expuestos a cualquier tipo de violencia callejera, contrario a si se asocian a algún tipo de agencia. Al ser abordado en la calle por un cliente, el prostituto puede correr el riesgo de ser objeto de violencia del mismo sin mayores garantías. Por su parte, clientes pueden correr el riesgo de contratar criminales que se hacen pasar por prostitutos y tan sólo quieren robarlos o poner en riesgo su vida. Sin embargo, dichos riesgos pueden ser relativizados por el tipo de lugar en que se encuentran

En México la mayoría de los hombres que ejercen la prostitución son menores de 30 años, provienen de estratos socieconómicos bajos, cuentan con poca formación académica y han encontrado en esa actividad un medio de sobrevivencia ante la falta de oportunidades de desarrollo.

La prostitución masculina es considerada invisible, eclipsado por el sector femenino que se dedica al sexo de pago. Sin duda este colectivo es un gran desconocido, tanto para la sociedad como para los investigadores sociales, y su invisibilidad alimenta el estigma, la marginalidad y los riesgos.

Este hecho hace que dicha población sea más vulnerable a problemas como el sida y las drogas y que sea difícil establecer parámetros de ayuda, porque los que ejercen la prostitución tienden a ocultarse socialmente más que lo hacen las prostitutas.



Se suele establecer una alta correspondencia entre prostitución masculina y enfermedades de transmisión sexual. Se la asocia al VIH/sida, también se la vincula al consumo de drogas y alcohol y a los ambientes marginales y clientes con desviaciones sexuales.

Últimamente se está haciendo más conciencia del uso del condón y suponen entonces que quienes se dedican a esa práctica sean los primeros en usarlo y exigirlo.

La prostitución masculina ha sido discretamente explotada por la literatura, el cine y el arte. La literatura gay ha tratado al prostituto gay por lo general de manera trágica, mientras el gigoló, es representado de manera menos trágica, por ejemplo en la película Gigoló americano en donde se presenta como a un seductor de mujeres más cercano al Don Juan.


En el teatro nacional hay varios ejemplos en torno al tema, sin duda una de las más relevantes lo es Dulces compañías de Oscar Liera, que fuera la última puesta en escena de Julio Castillo, con las brillantes actuaciones de Delia Casanova y Eduardo Palomo, posteriormente hubo otra versión con Dobrina Cristeva a la cabeza del elenco. Giro Negro de Enrique Mijares, es otra afortunada obra en torno a la venta de placer, actualmente en cartelera bajo la dirección de Wilfrido Momox en el Foro El Foco. Efebos de Christian Beristain hizo temporada el año pasado en el foro de la Diversidad, así como Asesinos, escrita y dirigida por Carlos Armando, entre otras opciones teatrales prostibularias a partir del punto de vista masculino.

Por su parte, Gabriel Lagos, autor y director, ofrece actualmente P. U. T. O. S., juego de palabra, cuyos siglas son la inicial del nombre de pila de cada uno de los prostitutos: Paco (Michell Amaro), Ulises (Adrián Márquez), Toño (Amaury Alvarado), Oscar (Gabriel Lagos) y Saúl (Enrique Estrada), a ellos los acompañan sus respectivos clientes: Yoshimar Jiménez, Marco Enríquez, Héctor Lara (dobleteando contrataciones) y Maxi Pelayo / Martha Gómez, también hay una estudiante que investiga la prostitución (Jessica Rivera), quien también forma parte de la banda que musicaliza en vivo la obra, acompañada de Marco Enríquez y Eder Jiménez.



La obra narra cinco historias, el mismo número de prostitutos, y que ilustran parte de las situaciones arriba citadas: violencia, robo, sida, perversiones sexuales y, ¿por qué no? amor, o enamoramiento en alguna de las partes. Estas acciones las sufren tanto quienes ofrecen como quienes demandan los servicios de los P. U. T. O. S.

Una puesta en escena audaz, aunque irregular, algunos episodios son mejores que otros, algunos actores son mejores que otros. La escenografía es básicamente la calle donde los jóvenes sexy servidores ofrecen sus servicios, aunque nos trasladan a sus respectivos espacios, departamentos de los clientes, sórdidas habitaciones de hoteles de paso y la calle como principal escenario de estos placeres, lugar generado y destructor. Policías, transeúntes y los típicos personajes de la calle, como barrenderos, pepenadores o pordioseros, acompletan el paisaje urbano presidido por estos hombres que venden placer, a los hombres que, probablemente vienen del bar. Acotación al margen la obra ofrece un muy estético desnudo masculino, a cargo de Héctor Lara cliente hetero y casado sujeto a una riesgosa infección de sida de manera consciente de su objeto contratado, Lara también hace alarde de violencia sádica en otro episodio ante la sorpresa de su muñeco contratado, el también autor y director de la obra, el versátil Gabriel Lagos.



Un espectáculo valiente que muestra sin tapujos los riesgos que conlleva una actividad que aún, muchos insisten en pasar inadvertida, invisible. Un trío de jóvenes musicalizan en vivo el espectáculo, música popular sirve para enfatizar las escenas o bien para dar las transiciones entre ellas.


El teatro es de todos. ¡Asista!

Recomendable, asista bajo su propio riesgo.

P. U. T. O. S. De: Gabriel Lagos.

Dirección: Gabriel Lagos

Actuación: Michell Amaro, Adrián Márquez, Amaury Alvarado, Gabriel Lagos Enrique Estrada, Yoshimar Jiménez, Marco Enríquez, Héctor Lara, Maxi Pelayo y Martha Gómez, Jessica Rivera, interpretación musical en vivo  Jessica Rivera Marco Enríquez y Eder Jiménez.

Centro Cultural Sylvia Pasquel. Juan Escutia No 96. Col. Condesa

Funciones: Sábados 21:30horas. Consulte cartelera

Localidades: $250

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