Eso siempre ha existido, en todas las sociedades.
Texto y fotos: Salvador Perches
Galván.
¿A qué se dedican esos hombres que han irrumpido en el paisaje
urbano con camisetas bien entalladas y dispuestos a acostarse con una mujer hoy
y con un hombre mañana? ¿Son tan pocos
como parece o tantos como algunos quieren ver?
La prostitución masculina es una realidad en el mundo de hoy.
La prostitución masculina ha existido siempre, aunque durante
siglos se haya mantenido totalmente invisible a los ojos de la sociedad.
Es un fenómeno que ha existido desde siempre si lo vemos, no a
partir del concepto de una persona prostituyéndose en la calle, sino como
relaciones de compra venta: tú me das algo y yo te entrego algo a cambio. Puede
hablarse de prostitución masculina desde las relaciones más primitivas y los
tiempos de la colonia.
Hombres que establecieran relaciones con otros hombres a cambio de
favores. Aunque no es esa la prostitución que se acostumbra a ver, la de la
esquina, esa prostitución de compra venta más inmediata. Pero sí ha existido
cuando una persona desde un puesto jerárquico, desde una posición económica
importante, compra el sexo de una persona más joven o de menos recursos.
Eso siempre ha existido en todas las sociedades. Es un fenómeno
que está relacionado con la socialización de la sexualidad. No tiene que ver
tanto con el sistema social, sino con la manera en que los seres humanos
conformamos nuestras relaciones sexuales.
Considerado con la
prostitución femenina, la masculina ha sido menos estudiada, mientras numerosos
investigadores concluyen que ambos casos tienen diferencias y comportamientos
notables.
La prostitución
masculina tiene muchas referencias históricas desde el mundo antiguo como la
prostitución masculina en Grecia.
Debido a que el tema
ha sido un tabú en el mundo hispanohablante, muchos de los términos para
referirse a los prostitutos en diferentes países iberoamericanos han sido
tomados de otros idiomas, como gigoló, del italiano (si el prostituto busca
sólo clientes femeninos) o taxiboy del inglés (si busca clientes de su mismo
sexo). Del mundo anglosajón se han impuesto términos como escorts, rentboys y
call-boys. En España se dice chapero, prostituto, puto y gigoló. En Argentina y
en menor medida en Chile se les conoce como taxiboy. En Cuba se dice pinguero,
en alusión a como se nombra el pene en la isla caribeña. En Ecuador se dice
cachero y puto. En Perú se les dice flete, gigoló y gigolón. En México son
chichifos. En Colombia se dice prepago, puto, pirobo. En Venezuela se dice: puto,
prepago, mandingo regalao, Cosecha perdida, ChupetaFan entre otras. Prostituto,
al contrario de su contraparte femenina prostituta, es menos usual.
El término Escort ha
sido popularizado por el Internet, numerosos negocios de prostitución masculina
publican sus servicios en dicho medio. En tanto Taxiboy se refiere a un varón
que se para en calles o parques a esperar clientes en coche que lo abordan y
contratan sus servicios.
Calles y parques, sin
embargo, resultan riesgosos para ambas partes, porque los vecinos del lugar, al
considerar dicha actividad como un problema de orden público y moral, llaman a
la policía. Por otro parte, los prostitutos se hacen presa fácil de bandas
homofóbicas o están más expuestos a cualquier tipo de violencia callejera,
contrario a si se asocian a algún tipo de agencia. Al ser abordado en la calle
por un cliente, el prostituto puede correr el riesgo de ser objeto de violencia
del mismo sin mayores garantías. Por su parte, clientes pueden correr el riesgo
de contratar criminales que se hacen pasar por prostitutos y tan sólo quieren
robarlos o poner en riesgo su vida. Sin embargo, dichos riesgos pueden ser
relativizados por el tipo de lugar en que se encuentran
En México la
mayoría de los hombres que ejercen la prostitución son menores de 30 años,
provienen de estratos socieconómicos bajos, cuentan con poca formación
académica y han encontrado en esa actividad un medio de sobrevivencia ante la
falta de oportunidades de desarrollo.
La prostitución
masculina es considerada invisible, eclipsado por el
sector femenino que se dedica al sexo de pago. Sin duda este colectivo es un
gran desconocido, tanto para la sociedad como para los investigadores sociales,
y su invisibilidad alimenta el estigma, la marginalidad y los riesgos.
Este hecho hace que
dicha población sea más vulnerable a problemas como el sida y las drogas y que
sea difícil establecer parámetros de ayuda, porque los que ejercen la
prostitución tienden a ocultarse socialmente más que lo hacen las prostitutas.
Se suele establecer una alta correspondencia entre prostitución masculina
y enfermedades de transmisión sexual. Se la asocia al VIH/sida, también se la
vincula al consumo de drogas y alcohol y a los ambientes marginales y clientes
con desviaciones sexuales.
Últimamente se está haciendo más conciencia del uso del condón y
suponen entonces que quienes se dedican a esa práctica sean los primeros en
usarlo y exigirlo.
La prostitución
masculina ha sido discretamente explotada por la literatura, el cine y el arte.
La literatura gay ha tratado al prostituto gay por lo general de manera trágica,
mientras el gigoló, es representado de manera menos trágica, por ejemplo en la
película Gigoló americano en donde se
presenta como a un seductor de mujeres más cercano al Don Juan.
En el teatro nacional
hay varios ejemplos en torno al tema, sin duda una de las más relevantes lo es Dulces compañías de Oscar Liera, que
fuera la última puesta en escena de Julio Castillo, con las brillantes
actuaciones de Delia Casanova y Eduardo Palomo, posteriormente hubo otra
versión con Dobrina Cristeva a la cabeza del elenco. Giro Negro de Enrique Mijares, es otra afortunada obra en torno a
la venta de placer, actualmente en cartelera bajo la dirección de Wilfrido
Momox en el Foro El Foco. Efebos de
Christian Beristain hizo temporada el año pasado en el foro de la Diversidad,
así como Asesinos, escrita y dirigida
por Carlos Armando, entre otras opciones teatrales prostibularias a partir del
punto de vista masculino.
Por su parte, Gabriel
Lagos, autor y director, ofrece actualmente P. U. T. O. S., juego de palabra,
cuyos siglas son la inicial del nombre de pila de cada uno de los prostitutos: Paco (Michell Amaro), Ulises (Adrián Márquez), Toño (Amaury Alvarado), Oscar (Gabriel Lagos) y Saúl (Enrique Estrada), a ellos los
acompañan sus respectivos clientes: Yoshimar Jiménez, Marco Enríquez, Héctor
Lara (dobleteando contrataciones) y Maxi Pelayo / Martha Gómez, también hay una
estudiante que investiga la prostitución (Jessica Rivera), quien también forma
parte de la banda que musicaliza en vivo la obra, acompañada de Marco Enríquez
y Eder Jiménez.
La obra narra cinco
historias, el mismo número de prostitutos, y que ilustran parte de las
situaciones arriba citadas: violencia, robo, sida, perversiones sexuales y,
¿por qué no? amor, o enamoramiento en alguna de las partes. Estas acciones las
sufren tanto quienes ofrecen como quienes demandan los servicios de los P. U. T.
O. S.
Una puesta en escena
audaz, aunque irregular, algunos episodios son mejores que otros, algunos
actores son mejores que otros. La escenografía es básicamente la calle donde
los jóvenes sexy servidores ofrecen sus servicios, aunque nos trasladan a sus
respectivos espacios, departamentos de los clientes, sórdidas habitaciones de
hoteles de paso y la calle como principal escenario de estos placeres, lugar
generado y destructor. Policías, transeúntes y los típicos personajes de la
calle, como barrenderos, pepenadores o pordioseros, acompletan el paisaje
urbano presidido por estos hombres que venden placer, a los hombres que,
probablemente vienen del bar. Acotación al margen la obra ofrece un muy
estético desnudo masculino, a cargo de Héctor Lara cliente hetero y casado
sujeto a una riesgosa infección de sida de manera consciente de su objeto
contratado, Lara también hace alarde de violencia sádica en otro episodio ante
la sorpresa de su muñeco contratado, el también autor y director de la obra, el
versátil Gabriel Lagos.
Un espectáculo
valiente que muestra sin tapujos los riesgos que conlleva una actividad que
aún, muchos insisten en pasar inadvertida, invisible. Un trío de jóvenes
musicalizan en vivo el espectáculo, música popular sirve para enfatizar las
escenas o bien para dar las transiciones entre ellas.
El teatro es de todos. ¡Asista!
Recomendable,
asista bajo su propio riesgo.
P. U.
T. O. S. De: Gabriel Lagos.
Dirección: Gabriel Lagos
Actuación: Michell
Amaro, Adrián Márquez, Amaury Alvarado, Gabriel Lagos Enrique Estrada, Yoshimar
Jiménez, Marco Enríquez, Héctor Lara, Maxi Pelayo y Martha Gómez, Jessica
Rivera, interpretación musical en vivo Jessica Rivera Marco Enríquez y Eder Jiménez.
Centro
Cultural Sylvia Pasquel. Juan Escutia No 96. Col. Condesa
Funciones: Sábados 21:30horas. Consulte
cartelera
Localidades: $250
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