Una
cita con 9 mujeres que son como de la familia.
Texto y fotos: Salvador Perches
Galván.
La memoria, el tiempo, imágenes
difusas de un pasado que se niega a morir, un pasado que seguirá vivo mientras
tengamos memoria de él, un pasado que se construye día a día con fragmentos de
los recuerdos que vamos guardando, de un tiempo con olor a añejo y obsesiones
escondidas en los más ocultos, en los más oscuros recovecos de nuestra mente.
Celina y Eleonora, hermanas, harán que,
como fantasmas de un pasado remoto, ellas mismas niñas y las otras siete
mujeres que habitaban esa vieja casona privada de hombres, vuelvan a asomarse a
un presente constante e inmutable en donde el tiempo, ha sido derrotado.
Estas dos mujeres son la columna
vertebral de la obra onírico-poética La
edad de la ciruela del dramaturgo argentino Arístides Vargas, dirigida por
la actriz Aleyda Gallardo en su muy afortunado debut como directora teatral.
Este montaje forma parte del ciclo “Óperas Primas”, en el foro La Gruta del
Centro Cultural Helénico.
En Octubre de 2001 Alejandro Aura publicó en Letras libres, en
torno a la puesta en escena de la obra La
edad de la ciruela, que se ofrecía al público madrileño:
“En
general, como sucede a muchos profesionales, tengo mis reservas cuando voy al
teatro; sufro todo lo que en mi opinión está desaprovechado o mal dicho o mal
entendido, mal movido o mal iluminado, de modo que cuando algo me entusiasma mi
júbilo se multiplica; quiere decir que la experiencia me ha renovado el gusto
por el teatro y la capacidad de compromiso estético con ese raro asunto que es
la credibilidad en lo que está ocurriendo en escena. Y eso precisamente me
ocurrió con La edad de la ciruela,
del argentino Arístides Vargas, representada por dos actrices mexicanas que
viven en Madrid y dirigidas por un joven director ecuatoriano, Santiago Roldós,
que hizo sus estudios de teatro en México.
Se
trata de una obra sobre el intercambio epistolar de dos hermanas en el momento
dramático en el que una le cuenta a la otra los últimos instantes de la madre
moribunda. Mas en la comunicación van surgiendo situaciones en las que
recuerdan pasajes de su niñez y de otras etapas de sus vidas y de su parentela,
curiosamente sólo femenina, con lo que se forman las escenas a las que entre
las dos van dando vida. El texto de la obra es de una enorme riqueza poética
alentada por la profundidad en la percepción del sentimiento femenino; un
ejercicio dramático astuto que entrevera con soltura la información y el lirismo,
de modo que la acción que hace avanzar la obra fluye con belleza e interés
constantes.
…se
trata de teatro moderno de gran calidad, cosa que no siempre se encuentra; una
obra en la que, en lo personal, me sentí comprometido como debe comprometer el
arte: lo mismo solté la carcajada que se me hizo un nudo en la garganta y se me
escurrió una lágrima; movió buena parte de mi propia gama sentimental, logró el
milagro de abolir el tiempo y, en resumen, me hizo gritar bravo al final; cosa
que hago poquísimas veces”.
Pareciera que el desaparecido
escritor, actor, director y crítico, hubiese adelantado su texto doce años al
afortunado montaje de Gallardo que da sus últimas funciones en el foro la
Gruta.
Arístides Vargas nació en Córdoba,
Argentina y vivió desde muy niño en Mendoza. Trabajó en algunos de los grupos
de teatro locales y estudió teatro en la Universidad de Cuyo. En 1975 se exilia
debido al golpe militar, hecho que marcará su obra dramatúrgica.
Ha dirigido importantes grupos y
compañías latinoamericanas entre las que destacan la Compañía Nacional de
Teatro de Costa Rica, el grupo Justo Rufino Garay de Nicaragua, el grupo Taller
del Sótano de México, la compañía Ire de Puerto Rico, etc. Es fundador de uno
de los colectivos más prestigiosos de América Latina: el grupo Malayerba de
Ecuador.
Es autor, entre otras, de las obras: Jardín de Pulpos, Pluma, La edad de la
ciruela, Donde el viento hace buñuelos y
Nuestra Señora de las Nubes.
La temática de su dramaturgia gira en
torno a la memoria, el desarraigo, la marginalidad. La suya es una escritura
poética no carente de humor pero también de cierta amargura y, pese a esta
última, de la inocencia suficiente para creer que el mundo puede ser cambiado.
Asimismo, su escritura tiene la crueldad de negarse esa esperanza y caer, por
momentos, en la desesperación total.
En su dramaturgia no se habla sobre lo
evidente del exilio, se habla de las personas que están fuera de sí, personas
que llevan como único equipaje el recuerdo, y una buena dosis de imaginación
para inventar ese pasado y así, en sus recuerdos borrosos y directos, muchas
veces, aparecen hechos, anécdotas de un pueblo, que como cualquier otro, pasa
de lo ridículo y pintoresco hasta lo más terrible y perverso. Desfilan
personajes que nos traen a la memoria los arquetipos de una comunidad propia de
nuestra forma cultural de vida. Historias que dejan filtrar su parte gruesa y
profunda: el imperio de los opresores que pretenden aplastar al que se rebela.
La sombra de las dictaduras y la censura. La inocencia burlada. La locura y la
cordura vistas desde lo social. Lo pintoresco de anécdotas amorosas. La tiranía
y el desorden. Entre recuerdos se va construyendo un nuevo territorio que
permite refundar una nueva vida en algún lugar desconocido al que habrá que inventar,
para seguir creyendo y paradójicamente, quizás, en algún otro tiempo, añorar y
recordar.
La
Edad de la Ciruela con dolores y alegrías, con esperanzas y frustraciones,
nos cuenta de un tiempo que fue, de un tiempo muy parecido a otros que nos han
pertenecido, o al cual hemos pertenecido y que permanecen guardados en nuestra memoria.
Ver
La edad de la ciruela es como volver
a un lugar entrañable. Y también es como mirar por el retrovisor y caer en
cuenta de que todo ha cambiado.
La edad de la ciruela convoca más
a la ternura que al despertar de una conciencia de lo femenino. Una obra que se
puede disfrutar más y pensar menos y gozar todas esas inteligentes frases que Vargas supo poner
en boca de las 9 mujeres que pueblan La
edad de la ciruela.
Una
delicia el reencuentro con las abuelas María y Gumersinda y su amor/odio de
toda la vida; sus largas charlas/reclamos acerca de la relación de cada una con
Alfonsito el tímido. Blanquita, la criada gruñona de la familia, que cuestiona
el status quo. La sonámbula Victoria y la habilidosa Jacinta. El público se
conecta inmediatamente con las actrices y con la trama.
La
memoria es todo lo que queda de esa casa de “mujeres tristes, ridículas y
solas”, que a veces da la sensación de oler a ciruelo en flor, y otras a vino
de ciruela avinagrado. Todas tan distintas, sin embargo coinciden en algo: la
necesidad de abandonar ese lugar donde han sido felices e infelices. Una cita
con 9 mujeres que son como de la familia: las hermanas Eleonora y Celina, su
madre Francisca, sus tías Jacinta y Victoria, su abuela María, sus tías abuelas
Adriática y Gumersinda y la criada Blanquita.
La
edad de la ciruela es un juego sobre el tiempo y la edad, una tragicomedia
que deambula por los borrosos límites de la soledad y la ridiculez. Pero
fundamentalmente es una representación de la memoria, una tensión entre el
presente y el pasado. En La edad de la
ciruela hay mujeres pájaros que no vuelan, madres árboles que dan frutos
que se pudren, hermanas del alma que se aman con rabia y ratas que hablan.
Eleonora escribe a su hermana, Celina,
porque su mamá está a punto de morir. A partir de ese acto, que quizás nunca se
lleva a cabo, se desencadena la acción principal de la obra: recordar. La
memoria es el campo de batalla de estas dos hermanas distanciadas en el
presente: cada carta es el preámbulo de un nuevo recuerdo, y cada recuerdo
cierra una herida y abre otra.
La Edad de la Ciruela es un viaje
al pasado, visto a través de los ojos de dos hermanas cuando niñas, cuando
adultas. Entre olor a ciruelas y melodías rancias, se abren las puertas para
espiar a todas las mujeres que poblaron su infancia, develando los viajes que
cada una de ellas alojaba en su interior.
El texto es un viaje a esa patria
irrecuperable que es la infancia, en donde las ciruelas crecen, maduran se
arrugan y se desvanecen como los efectos y presencias de todas las mujeres de
esta particular casa.
La
Edad de la Ciruela es una historia de amores, rencores, olvidos, recuerdos
trastocados y felicidades sencillas, llena del realismo mágico que envuelve
nuestro entorno latinoamericano. ¿A qué edad se extravían los sueños y las
ilusiones? ¿A qué edad se pierde el miedo a la oscuridad, a las ratas o a las
arañas? ¿A qué edad habría que fugarse del hogar? ¿A qué edad se puede decir
“La vejez, divino tesoro”? ¿Qué edad debe tener la ciruela para ser vino y no
vinagre?
Reconstruir una genealogía a través
del recuerdo, a partir de la necesidad imperiosa de rescatar las raíces, de
responder a las grandes interrogantes de la existencia, eso es La Edad de la Ciruela que, como se
mencionó, constituye el acertadísimo debut de la talentosa actriz Aleyda
Gallardo, quien apuesta por un montaje minimalista dando el peso de la
representación a la actuación, saliendo totalmente airosas de la aventura sus
dos actrices: Gabriela Carmona y Sandra Galeano, apoya a la brillante
interpretación la música, creada para la puesta en escena, por Carlo Ayhllón y
las atmósferas, diseñadas por la iluminadora Martha Benítez y los escenógrafos
Zayra Escobar y David Sefami.
Las obras escritas
por Arístides Vargas tienen un alto componente humano, nostálgico, profundo. Personajes
que se encuentran fuera de su país, obligados a salir de allí por razones
políticas. Se dedican a imaginarlo, reinventarlo y añorarlo intentando traerlo
a sus vidas nuevamente. ¿Qué otra cosa sino finalmente terminan siendo los
recuerdos? No son fieles retratos del pasado, sino lo que decidimos quedarnos
de él, como diría Ignacio Cano “los recuerdos son mentiras que inundan la
razón”.
El teatro es de todos. ¡Asista!
Absolutamente recomendable
La edad
de la ciruela. De: Arístides Vargas.
Dirección: Aleyda
Gallardo.
Actuación:
Gabriela
Carmona y Sandra Galeano.
Foro La Gruta. Centro Cultural
Helénico. Av. Revolución no.1500, colonia Guadalupe Inn, Metro Barranca del
muerto, Metrobus Altavista
Funciones: Miércoles 8:30pm. Hasta el
11 de julio
Localidades: $150 general y $100 estudiantes,
maestros e INAPAM
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